sábado, 13 de marzo de 2010

10. El Ecumesnismo Práctico

X. EL ECUMENISMO PRÁCTICO


1. La vía más prometedora, quizás, sea la de la praxis, del servicio, de la diaconía. Esta convicción tiene una larga historia. Solo hay que recordar al movimiento “Vida y Acción”, otra importante vena del CMI. Todavía retumba en la memoria la ya mencionada divisa que dice, mientras la doctrina divide la acción es la que une. No se busca la unidad mediante la reflexión y el acuerdo teológico, sino mediante la acción, el compromiso común en las causas urgentes. Y los desafíos prácticos tienen naturaleza esencialmente “ecuménica”. Se colocan todos de la misma manera; la violencia, la destrucción ambiental, el desempleo y otros problemas semejantes no se orientan por créditos confesionales o religiosos. Alcanzan a todos por igual, no haciendo distinción alguna por cuestiones de credo.
2. En América Latina, la priorización de la praxis contó con fuertes simpatías. Debido a la magnitud de los problemas socio-políticos, la ocupación en cuestiones de doctrina por algún tiempo hasta parecía un lujo, cosa del primer mundo. Urgía unir las fuerzas de todas las Iglesias en la lucha por liberación y en la superación de un sistema opresor y productor de víctimas. Era solo cuestión de insertarse en los movimientos sociales y solidarizarse con sus justos reclamos. La “opción preferencial por los pobres” ha sido un prominente catalizador ecuménico, generando nuevas formas de comunión en la búsqueda de una sociedad alternativa, justa, igualitaria, gobernada por los valores del reino de Dios. La perspectiva de ese reino inspiró una nueva “ecumene”, interesada no tanto en la unidad de las instituciones eclesiásticas, sino en la unidad de la humanidad, hermanada por la paz y por la justicia. Ese espíritu vivía, y aún vive, en la dinámica de las comunidades eclesiales de base, superando antiguas fronteras denominacionales mediante el compromiso común en el proyecto de un mundo que corresponda mejor a los propósitos divinos y ofrezca condiciones de sostenibilidad. Los movimientos ecológicos, antiracistas, feministas y pacifistas fueron descubiertos, por ese ecumenismo, como aliados en la lucha por la noble causa.
3. Ejemplos de ecumenismo práctico se encuentran en todo el mundo. Entre ellos se halla una iniciativa del CMI que ha sido de particular importancia. Se trata del “Proceso Conciliar de Mutuo Compromiso para la Justicia, la Paz y la Integridad de la Creación”, al cual se lo abrevia JPIC (en inglés). El desencadenamiento de ese proceso fue decidido en 1983, en la 6ª Asamblea General del CMI, realizada en Vancouver (Canadá). Se pretendía el compromiso de las Iglesias miembro del CMI en todo el mundo en esa causa tan importante. Se habla de un proceso conciliar para señalar la naturaleza ecuménica del mismo. El desenlace de la discusión debería llevarse a cabo en un “Concilio de la Paz” promovido por todas las Iglesias cristianas. Merece destacarse una serie de aspectos notables:
a. El tema “justicia, paz e integridad de la creación” coloca en la agenda presupuestos imprescindibles de la supervivencia humana. El desprecio a los mismos representa la principal amenaza a la humanidad en el mundo moderno. La injusticia es un fenómeno global, pero caracteriza principalmente lo que se llama el conflicto Norte – Sur. La brecha entre riqueza y pobreza produce un desequilibrio mortal, fuente de violencia endémica. Los conflictos armados son otra amenaza, antes configurada principalmente por el conflicto Este–U oeste, y el terrible arsenal de armas de destrucción masiva se halla diseminado por el planeta. La Tercera Guerra Mundial no sucedió, pero se está llevando a cabo en innumerables conflictos regionales, escapando al control de los estados. La destrucción del medio ambiente, finalmente, no necesita de comentarios. La integridad de la creación, y la respectiva preservación del medio ambiente son premisas para la vida futura en este planeta.
b. Cuando se trata de práctica, el ecumenismo exige el compromiso. La base del ecumenismo ya no es el consenso sobre una doctrina, sino el pacto. En América Latina se habla en “opción”, siendo que los pactos hechos sobre esa base reúnen otro público diferente al de los consensos sobre la doctrina. Son, en primer lugar, los mismos alcanzados por la injusticia, la guerra o la destrucción del medio ambiente quienes se empeñarán en la lucha. Y serán, en segundo lugar, todos y todas quienes se solidaricen con ellos, sean católicos, protestantes, cristianos o no cristianos. El ecumenismo en asuntos de ética tiene otra característica al ecumenismo en asuntos dogmáticos.
c. Teniendo en cuenta que son alcanzados quienes están en el frente de lucha de este ecumenismo, este siempre tendrá una tendencia a concentrarse en la “base”, entre los pobres, los explotados, entre las víctimas. El ecumenismo se transfiere “desde arriba”, de los especialistas, hacia “abajo”, al pueblo, quien se vuelve su protagonista. Surge la pregunta: ¿Cómo se relaciona la comunidad de fe con los movimientos sociales que propugnan causas públicas? De cualquier manera, las Iglesias ya no están más solas entre si en esas cuestiones; comparten la lucha con otros segmentos sociales.
4. El proceso conciliar “JPIC” tuvo un impacto enorme. También por parte del CLAI y de otras entidades ecuménicas hubo significativas contribuciones, aunque no siempre exactamente bajo los términos del tema. Es cierto que en América Latina se ha privilegiado la causa de la “justicia”, en flagrante detrimento de la “integridad de la creación”. Las preocupaciones manifestadas por el Foro Mundial ECO 1992, en Río de Janeiro, no recibieron la atención que habrían merecido. Tampoco sigue siendo urgente el proceso conciliar, veinte años después de inaugurado. El combate al terror amenaza tragar a las naciones en una escalada de violencia, instaladora del miedo permanente y del caos social. Necesita ser substituido por el combate al odio, que a la vez es raíz y fruto del terror. La infernal coalición de injusticia, guerra y destrucción ambiental requiere otra reacción del poderío militar, de las fuerzas del mercado y del juego de intereses. En otros términos, las enfermedades globales exigen terapias igualmente globales, ecuménicas.
5. Pero la historia probó que este ecumenismo de ningún modo es más fácil que el dogmático. El proceso conciliar tuvo cierto desenlace en 1990 con la realización de la ya referida Convocación Mundial en Seúl (Corea). A pesar de haber sido firmada una serie de “pactos”, no se llegó a acuerdos realmente convincentes. No solo la doctrina divide; la praxis puede tener el mismo efecto. Se revelaron conflictos entre el Norte y el Sur, entre los bloques y las clases sociales, entre el Primer y el Tercer Mundo, dejando una serie de lecciones:
a. La unión es fácil en la oposición, difícil en la posición. ¿Qué significa “justicia”? ¿Cómo se hace? Las consecuencias de la injusticia son visibles y pueden movilizar a la reacción conjunta. Pero cuando se trata de concebir una sociedad justa, las opiniones divergen.
b. Suelen mezclarse intereses grupales o corporativistas a los reclamos sociales. Sin embargo, una clara distinción en ese punto se hace necesaria.
c. Toda ética tiene bases “dogmáticas”. Ella necesita de una “teoría”, es decir de una “visión”, que le provea de parámetros. Toda acción reflejada, cuando es libre, brota de un credo. El proceso conciliar ha confirmado que la práctica no substituye a la confesión. La doctrina y la praxis deben ser distinguidas, pero no pueden ser separadas. También la ética social es un campo de conflictos ecuménicos.
6. Sería absurdo, sin embargo, rechazar el ecumenismo práctico por esas razones. Tan importante como el ecumenismo de consenso, a despecho de sus limitaciones, así también lo es el ecumenismo que busca de “mutirão” (el esfuerzo colectivo) a favor de las causas justas. Sería estúpido substituir un ecumenismo por otro u optar en favor de solo un tipo. Tanto la fe como la praxis necesitan del esfuerzo por la comunión. Se condicionan mutuamente. Sin el estímulo de la praxis, el ecumenismo creará moho en las oficinas de los profesionales. Sin la base teológica, retrocederá y resultará en un activismo estéril. Las comunidades cristianas, naturalmente, no permiten ser confundidas con movimientos sociales. Ambos tienen identidad propia. Y, sin embargo, la Iglesia cristiana puede y debe solidarizarse con los grupos empeñados en favor de la justicia, la paz y la integridad de la creación, así como en causas públicas semejantes. Eso ha de ser en todos los niveles: el local, el regional, el nacional y el internacional. No solo la comunión en la profesión de fe, sino también la comunión en la práctica del amor necesitan de consensos, de sintonía y de acuerdos, aunque los participantes aquí y allá no sean exactamente iguales. Mientras se propone la defensa de la causa de Dios en este mundo, la acción social es tan imprescindible para el movimiento ecuménico como lo es el amor para la fe.


Diálogo con el grupo

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