sábado, 13 de marzo de 2010

5. Consejo Mundial de Iglesias

V. BREVE HISTORIA DEL CONSEJO MUNDIAL DE IGLESIAS

1. La fundación del CMI estaba prevista para el año de 1941. Pero la Segunda
Guerra Mundial forzó su aplazamiento. Solamente siete años más tarde, en
1948, en la ciudad de Amsterdam (Holanda), fue posible constituir lo que, desde entonces, es la más importante entidad ecuménica. Estuvieron representadas 147
Iglesias de todo el mundo, predominantemente protestantes. En la Asamblea
Constituyente la Iglesia Católica no se hizo presente ni siquiera por medio de
observadores. También la representación de las Iglesias Ortodoxas, por razones
diversas, era pequeña, valiendo lo mismo para las Iglesias de África, Asia y
América Latina. Así mismo, fue dado un paso de gran envergadura. Las Iglesias
cristianas reaccionaron al proceso de la mundialización mediante la creación de
una estructura supra-eclesial. El Consejo Mundial de Iglesias ha sido, y sigue
siendo, un órgano integrador de numerosas iniciativas ecuménicas hasta
entonces aisladas, abrigándolas bajo el mismo techo y facilitándoles la
cooperación. Además, las Iglesias tenían desde ese momento un instrumento de
expresión internacional que siempre atraería la afiliación de mayor número de
Iglesias. Prometía garantizarles una presencia sobresaliente en el escenario
internacional, además de una mayor eficacia en el combate a los males de este
mundo. Es sintomático el tema de la Asamblea Constituyente: “El desorden del
mundo y el designio de Dios”. A este tema corresponde la visión de la “sociedad
responsable” proclamada como meta a comprometer a los pueblos. La
constitución del CMI se dio en una Europa terriblemente devastada y en un
mundo polarizado por la Guerra Fría entre el Este y el Oeste.

2. La fundación del CMI es seguramente uno de los más notables eventos en
la historia de la Iglesia de los últimos siglos. Aún así, para la debida
comprensión de este órganismo es necesario considerar lo siguiente:
a. El CMI representa apenas una parte de la ecumene. No está afiliada a él la
Iglesia Católica Romana; solamente la “Comisión Fe y Orden” cuenta con
la participación plena de la misma. Se mantiene alejada también la mayoría
de las Iglesias pentecostales y bautistas, entre otras. Las Iglesias ortodoxas,
por su parte, no han actuado de forma unánime. Mientras algunas, desde
luego, se comprometieron, otras contemplaron el ecumenismo con una
actitud de escepticismo. Esto cambia en 1961, por ocasión de la III
Asamblea General del CMI, en Nueva Delhi (India), cuando las Iglesias
ortodoxas de varios países socialistas decidieron afiliarse. Así mismo, la
colaboración de esas Iglesias ha estado marcada por la cautela y aún fuertes
reservas hacia una apertura ecuménica más valiente.
b. El CMI no pretende ser una superiglesia. Se define a si mismo como una
comunión de Iglesias “que, de acuerdo con la Sagrada Escritura, confiesan
a Jesucristo Dios y Salvador y que, por ello, pretenden cumplir
conjuntamente el mandato para el cual fueron llamadas, para la gloria de
Dios, Padre, Hijo y Espíritu Santo.” Son estos los términos de la
Constitución del CMI. No substituye a las Iglesias miembro en sus
funciones. Quiere ser comprendido más bien como un foro de encuentros y
de cooperación. No debe ser confundido con un órgano de “jurisdicción
ecuménica”. Para la autocomprensión del CMI todavía permanece como
fundamental la “Declaración de Toronto”, de 1950, elaborada por el
Comité Central. Ella trae el título “La Iglesia, las Iglesias y el Consejo
Mundial de Iglesias.” En ella se afirma que el CMI no relativiza las
eclesiologías de sus Iglesias miembro, ni tampoco pretende imponerles una
nueva. Quiere conjugar, no fusionar. Bajo tal óptica, el CMI sigue siendo
un modelo de comunión eclesial, permitiendo a las Iglesias la preservación
de su identidad y, simultáneamente, hermanándolas en una gran familia.
Pretende sumar los esfuerzos y ensayar pasos concretos rumbo a la unidad.
c. Los grandes movimientos que originaron el CMI siguen teniendo alguna
vida propia dentro de él. La Constitución compromete a la entidad
expresamente con la continuación de los trabajos de “Fe y Orden”, de
“Vida y Acción”, del “Consejo Misionero Internacional” y del “Consejo
Mundial de Educación Cristiana”. Ello a veces significa tensión. Basta con
recordar que en 1925, en Estocolmo, el movimiento “Vida y Acción” había
preconizado: “La doctrina divide, mientras que la acción une”. Ello no
suena bien a los oídos de la Comisión “Fe y Orden”, integrada en el CMI,
pero no extinta. Varios decenios después, la pregunta por el peso admisible
a la cuestión doctrinal, de un lado, y a la praxis eclesial, de otro, sigue
agitando los ánimos. Algo semejante vale para la conceptualización de la
misión, tema sobre el cual de ninguna manera hay unanimidad. Si se
consideran, por ejemplo, la confrontación de expectativas tan variadas
como las que se hallan en las Iglesias del Norte y del Sur, provenientes de
contextos y realidades sociales y culturales extremadamente diversos, se
puede tener una noción de las dificultades a ser vencidas en el camino hacia
una “comunión de Iglesias”.
3. En la estructura del CMI, cuya sede administrativa se encuentra en Ginebra
(Suiza), se expresa nítidamente la vinculación eclesiástica. La autoridad máxima
es la Asamblea General que, en períodos normales de 7 u 8 años, reúne a los
representantes de las Iglesias miembro y define el rumbo de los trabajos. “El
Presidente” es un Moderador que actúa en régimen de tiempo parcial. En los
intervalos entre las Asambleas, el CMI es dirigido por un Comité Central y, en
los intersticios de reuniones del mismo, es dirigido por un Comité Ejecutivo;
ante estos dos cuerpos es responsable la Secretaría General. Figura destacada en
la constitución del CMI ha sido el primer Secretario General, el holandés
Willem Visser’t Hooft. Le siguieron en el cargo, Eugene Carson Blake, Philip
Potter, Emilio Castro, Konrad Raiser, Samuel Kobia y, actualmente Olav Fykse
Tveit, todos a su manera personajes distintos.
4. Los programas se agrupan alrededor de cinco bloques temáticos, en los que
se reflejan los impulsos que están en el origen del CMI. Ellos son:
a. “Fe y Orden”. El trabajo busca la promoción de la unidad de la Iglesia
mediante el fortalecimiento de la responsabilidad común en la teología,
buscando consensos en asuntos polémicos.
b. “Misión y educación ecuménica”. Los programas de esa área proponen la
(re) conceptualización de la misión y la evangelización en un mundo
carente de sanidad y reconciliación, conectando la preocupación a la
educación ecuménica de las personas.
c. “Justicia, paz e integridad de la creación”. En los horizontes del antiguo
proceso conciliar merecen particular atención los efectos de la
globalización de la economía, la meta de un desarrollo sostenible, el
proyecto de una ética planetaria y otros.
d. “Asuntos internacionales, paz y seguridad humana”. La proliferación de
la violencia, del terror y del odio exigen una estrategia “ecuménica” de
“pacificación”, de desarme y de promoción de los derechos humanos.
e. “Diaconía y solidaridad”. Este programa busca incentivar los esfuerzos
diaconales de las Iglesias en situación de emergencia y ante los flagelos
que asolan la humanidad. La temática incluye el diálogo interreligioso.
Todos esos bloques tienen programas coordinados, pero con agenda propia.
Realizan encuentros y Conferencias Mundiales. Las dos últimas Conferencias
sobre Misión, por ejemplo, se realizaron en (1) Salvador, Bahía (Brasil, 1996),
bajo el tema: “Llamados a una sola esperanza – el evangelio en distintas
culturas”; y (2) en Atenas (Grecia, 2005) bajo el tema: “Ven, Espíritu Santo,
sana y reconcilia. En Cristo, llamados para una comunión reconciliadora y
terapéutica.”
5. Hasta el momento se realizaron nueve Asambleas Generales, en diversos
continentes y cada una con características específicas:
1. 1984 – Ámsterdam (Holanda) Tema: El desorden del mundo y el
designio de Dios.
2. 1954 – Evanston (EUA) Tema: Jesucristo, la esperanza del mundo.
3. 1961 – Nueva Delhi (India) Tema: Jesucristo, la luz del mundo.
4. 1968 – Uppsala (Suecia) Tema: He aquí que hago nuevas todas las cosas.
5. 1975 – Nairobi (Kenia) Tema: Jesucristo une y libera.
6. 1983 – Vancouver (Canadá) Tema: Jesucristo, la vida del mundo.
7. 1991 – Camberra (Australia) Tema: Ven, Espíritu Santo,
renueva la creación.
8. 1998 – Harare (Zimbabwe) Tema: Buscad a Dios en la alegría de la
esperanza.
9. 2006 – Porto Alegre (Brasil) Tema: Dios, en tu gracia, transforma el
mundo.
6. Los temas de las Asambleas transparentan para los énfasis específicos y las
preocupaciones de sus tiempos. Son documentos de un período de la historia de
la Iglesia, y merecerían un tratamiento aparte. El tema de la Asamblea de
Uppsala, por ejemplo, es reflejo del “optimismo revolucionario” predominante
en la década de 1960 a 1970. El tema de Nairobi demuestra el esfuerzo por
reconciliar a los segmentos “conservadores” y “liberadores”. En Camberra se
dirige la atención, por primera vez, hacia el Tercer Artículo de la fe; ello se da
en un mundo progresivamente multicultural. Una de las asambleas más
importantes ha sido, sin ninguna duda, la de Nueva Delhi, no solo por la
adhesión de las Iglesias Ortodoxas de Rusia, Rumania y Polonia, sino también
por la integración del Consejo Misionario Internacional, ocurrida en esa
oportunidad. No menos importante fueron la adopción de una “Fórmula de
Unidad” de irrestricta validez hasta ahora, así como la decisión de una mayor
aproximación de la Iglesia al mundo. Se puede ver en ello un paralelo al
proyecto del “aggiornamento” de la Iglesia Católica Romana, lanzado por el
papa Juan XXXIII. Además, el tema “Cristo la luz del mundo” de cierta forma
anticipa el inicio de la constitución dogmática del Concilio Vaticano II “Lumen
gentium quod sit Jesus Christus” (= “La luz de los pueblos que es Jesucristo”).
Nueva Delhi incentivó la realización de una “Conferencia Mundial sobre Iglesia
y Sociedad” que se dio en 1966, desencadenando una apasionada discusión
acerca de la tarea de la Iglesia en el mundo. Todas las asambleas, a pesar de sus
énfasis especiales, colocaron balizas, algo así como flechas indicadoras para la
trayectoria del ecumenismo mundial. Se trata de deletrear y concretizar el
significado de la “koinonia”, característica del ser de la Iglesia, como bien lo
afirmó la Asamblea de Nueva Delhi y como lo recordó programáticamente la de
Camberra.
7. El Consejo Mundial de Iglesias congrega hoy más de 340 Iglesias
miembro, en cerca de 120 países, más del doble de 1948. Infelizmente hay
también aquellas que se retiran. Inconformes con el curso que la discusión
acerca de la misión estaba tomando en los años sesenta, después de Uppsala, se
separaron los evangelicales del CMI. Convocaron, para el año 1974 un gran
Congreso en Lausanne (Suiza), donde se celebró el “Pacto de Lausanne”. Como
se decía, se separaron los “evangelicales” de los “ecuménicos”. Con el paso del
tiempo, la polaridad amainó, aunque no fue eliminada del todo. Un proyecto
particularmente polémico ha sido el programa de combate al racismo. En 1969
el Comité Central decide crear un fondo de apoyo financiero a grupos en lucha
contra el racismo y el apartheid. Aun cuando fue expresamente prohibido el uso
de los presupuestos para la adquisición de armas y para fines militares, la
decisión provocó alborozo. Pero, por otro lado, logró simpatías en las Iglesias
negras, evidenciando que la condena del racismo por parte del CMI, como de
costumbre, no se limitaba al discurso. El CMI sufrió muchas acusaciones. Se
decía que estaría “ciego del ojo izquierdo” por criticar la explotación capitalista
en términos más enérgicos que la violación de los derechos humanos en el
comunismo. En la misma línea se acusaba al CMI de confundir el reino de Dios
con un proyecto social. De modo general, se debe constatar que en el CMI se
discutían las cuestiones sensibles dentro de las mismas Iglesias miembro. De
hecho, el CMI ha desempeñado la función de una estación experimental del
ecumenismo y de un laboratorio de respuestas valientes de la cristiandad hacia
los problemas de un mundo en crisis. En su trayectoria, el barco ecuménico
enfrentó muchas tempestades que amenazaron, no pocas veces, hundirlo.

8. A pesar de las polémicas, sin embargo, el CMI logró avanzar en muchas
áreas cruciales y brindar valiosos impulsos a las Iglesias. Esto vale, en primer
lugar, para el área social, mereciendo poner de relieve al “Proceso Conciliar de
Mutuo Compromiso para la Justicia, Paz e Integridad de la Creación”,
desencadenado en 1983 de acuerdo con las tradiciones de “Vida y Acción”.
Movilizó las Iglesias alrededor de cuestiones vitales de la humanidad,
conduciendo a la “Convocatoria Mundial de Seúl” (Corea), en 1990. El proceso
de ninguna manera está concluido, ya que las amenazas a la justicia global, a la
paz y al medio ambiente sufrieron un preocupante agravamiento, en un mundo
victimizado por la obsesión del combate internacional al terror solamente por
medios militares. Nuevas iniciativas fueron tomadas por el CMI, por ejemplo la
“Década de la Solidaridad con las Mujeres” (1988-1998) y la “Década de la
Superación de la Violencia”, proclamada en la VIII Asamblea en Harare. Los
programas invitan a una demostración práctica del cristianismo, del compromiso
ecuménico en cuestiones de vital interés de la humanidad y de voz profética en
la sociedad. El CMI ha actuado como vanguardia en esos y otros asuntos.
9. Además de los esfuerzos por unir a las Iglesias por la acción, el CMI ha
producido importantísimos documentos de reflexión y de consenso teológico,
debidos principalmente al trabajo de la Comisión “Fe y Orden”. Tuvo fuerte
repercusión el así llamado “Documento de Lima”, que trataba acerca del
“Bautismo, Eucaristía y Ministerio” (BEM), una convergencia doctrinal
elaborada en 1982, firmada también por la Iglesia Católica en su calidad de
miembro oficial de la Comisión “Fe y Orden”. En aquel mismo año, el Comité
Central aprobó un pronunciamiento con el título “Misión y Evangelización –
una afirmación ecuménica.” Las Iglesias necesitan de unidad, y la humanidad
también. Pero, ¿qué significa unidad en términos precisos y concretos? Desde la
Asamblea de Camberra se prefiere hablar de “comunión” (koinonia); es un
término dinámico, de calificado contenido teológico. Con él se ocupó
intensamente la V Conferencia Mundial de “Fe y Orden”, en Santiago de
Compostela (España, 1993). Lo que se pretende es comunión en la fe, en la
vivencia y en el testimonio. Y, a pesar de ello, el concepto de la comunión abre
algún espacio para la diversidad. Ello no significa renuncia a la meta de la
unidad, pues ella está implícita en la comunión. Consecuentemente son grandes
los esfuerzos por construir una plataforma dogmática común, de la cual son
ejemplos instructivos el proyecto “La Confesión de la Fe Apostólica –
explicación ecuménica de la fe apostólica según el Credo Niceno-
Constantinopolitano”, el estudio acerca de “Iglesia y Mundo – la unidad de la
Iglesia y la renovación de la comunidad humana”, ambos de 1990, de autoría de
“Fe y Orden”. El CMI, por su misma existencia, presenta a las Iglesias y a la
sociedad global el imperativo de la convivencia “ecuménica”, en paz y
mutualidad.
10. En sentido inverso, es un hecho que al mismo Consejo Mundial de
iglesias, en este momento, le falta una visión precisa de lo que ello podría
significar. Los modelos de unidad elaborados en el camino no lograron producir
los deseados efectos estructurales. Falta la oficialización de la experiencia
ecuménica por parte de las Iglesias. La Iglesia Católica Romana coopera en
determinados asuntos, pero se resiste a la idea de la afiliación plena. No existe
por ahora una concepción realmente consensuada de lo que sea una ética social
ecuménica. Todavía no podemos comulgar juntos en la mesa del Señor. Las
diferencias siguen impidiendo la comunión; esto no es sólo en las Iglesias. Se
pregunta en términos generales: ¿Cómo convivir en un mundo cada vez más
plural? Quizá sea una mera coincidencia que el CMI haya sido fundado en el
mismo año de la Organización de las Naciones Unidas (ONU); ella también
persigue la meta de la unidad, la reconciliación y la paz, aunque, evidentemente,
en otro nivel y con otros participantes. Es una organización política, siendo por
ello ilícito comparar al CMI y a la ONU, pero es típico que también la ONU se
encuentra en crisis. ¿Cómo convivir en un mundo al mismo tiempo global y
plural? es la interrogante crucial de la humanidad en este Tercer Milenio El
conflicto entre las culturas, el renacimiento de los fundamentalismos religiosos,
la concurrencia mortífera en la economía, las guerras étnicas, todo esto requiere
una respuesta “ecuménica”. La cristiandad está llamada a dar el buen ejemplo.
11. A despecho de esas constataciones críticas, la trayectoria del CMI es
motivo de gratitud. El ecumenismo condujo a las Iglesias a experiencias de
fraternidad inimaginables a principios del siglo XX. Dio una nueva calidad a la
convivencia cristiana. Ello se debe en buena medida a las fuerzas activas en la
gestación y en la conducción del CMI. Es verdad que la meta todavía no fue
alcanzada. Va a exigir nuevos esfuerzos en el futuro. Faltan respuestas unánimes
para una serie de cuestiones. Citamos, entre otras:
a. la ordenación de mujeres;
b. la hermenéutica bíblica;
c. la homosexualidad;
d. la relación entre Iglesia y cultura;
e. el reconocimiento mutuo del ministerio.
Cabe respetar, entre tanto, el hecho que las líneas divisorias, más que en
cualquier época, sobrepasan a las mismas instituciones eclesiásticas. Por ello, el
ecumenismo hoy deberá iniciar “en la propia casa”, para lo cual el CMI ha dado
y podrá dar una valiosa contribución. En el movimiento ecuménico se reflejan
ejemplarmente los conflictos de las respectivas épocas. En él se da la
oportunidad para el encuentro con el diferente y prepara para los consensos
necesarios. El CMI recuerda enfáticamente la urgencia del ecumenismo en
épocas de privatización y aislamiento, siendo por ello un instrumento
indispensable en la vida de las iglesias.

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