sábado, 13 de marzo de 2010

3. Diversidad Religiosa

III. DIVERSIDAD RELIGIOSA Y COMPAÑEROS ECUMÉNICOS

1. El ecumenismo se da entre grupos, movimientos, entidades e instituciones eclesiásticas. Se hace necesario, pues, conocer a los partícipes. De ningún modo son iguales. Hay los más próximos y los más distantes. Hay aquellos con los cuales el ecumenismo es más fácil y aquellos con los cuales es más difícil. Si la ecumene es familia de Dios (cf. Ef 2.19), no sorprende la existencia de parientes de diversos grados. No podemos tener el mismo tipo de comunión con todas las personas. Es importante que nadie sea definitivamente excluido. El imperativo del ecumenismo se aplica, aunque en modalidad diversa, a todos los grupos religiosos. He aquí porque el ecumenismo exige nociones del mapa religioso circundante.
2. Una de las prominentes características de la sociedad latinoamericana y caribeña consiste en la pluralidad religiosa. Esto no siempre ha sido así. Desde hace siglos prevalecía la Iglesia Católica Romana en la condición de Iglesia estatal; estaban interdictadas otras formas de religión y de fe cristiana. Si existían, vivían sumergidas en la clandestinidad, por ejemplo la religiosidad afro. Aún con el fenómeno de las primeras inmigraciones de ingleses, alemanes y suizos, los gobiernos fueron obligados a conceder a los protestantes el ejercicio de su fe, la situación de conflicto persistió por mucho tiempo. La apertura para inmigrantes de casi todos los países de este planeta transformó a América Latina y el Caribe en un continente multicultural. Aquí aportaron muchas naciones, trayendo su equipaje cultural y religioso.
3. La religión, cuando es libre, siempre se presenta en multiplicidad de cultos y ritos. Solamente la dictadura podría garantizar uniformidad. Es lo que el ecumenismo no puede pretender. Por motivos del mismo evangelio no podrá dejar de lado la libertad religiosa. Pero, ¿cómo manejar la pluralidad? Es una pregunta especialmente candente en la actualidad. La globalización cultural y la privatización de la fe redundaron en una explosión de religiosidad casi salvaje. Ella trajo, en su envergadura, un fuerte potencial conflictivo. Puede producir, por un lado, el fundamentalismo, es decir la intransigencia fanática de grupos. Lo diferente cae bajo sospecha y sufre una demonización. O puede acabar en el relativismo, que ya no conoce más normatividad. La alternativa a esos dos descaminos es el ecumenismo, inconforme con el caos religioso y, aún más, reacio a cualquier método violento. En la persecución de sus metas necesita de estrategias y, sobre todo, del análisis del respectivo cuadro religioso. El ecumenismo debe trabajar en estrecha cooperación con la ciencia de la religión.
4. Las religiones “originales” en este Continente son las indígenas. Ellas fueron mayoritariamente extinguidas, apenas quedaron restos de esas religiones tribales. Como consecuencia del “despertar de las consciencias”, no obstante, y del rescate de la herencia indígena, ellas volvieron a atraer la atención. Los pueblos indígenas tienen el derecho al diálogo interreligioso que ausculte sus credos y sus valores culturales. Algo similar vale para la cultura afro. Esa pasó por un proceso sincretista con la religión cristiana dominante; pero en la umbanda, en el espiritualismo, en el candomblé, así como en muchas formas de religiosidad popular, ella sobrevivió a las adversidades de los tiempos y logró recuperar importancia socioreligiosa. El ecumenismo con esas formas de religiosidad requiere reflexiones especiales. Volveremos al asunto cuando tratemos sobre el macroecumenismo.
5. Ya desde muy temprano, además, vinieron también los judíos, huyendo de la persecución en otros países. Sufrieron discriminación también en tierras. Así mismo, a lo largo de la historia, se estableció en América Latina una fuerte comunidad judía. Ella representa un desafío más al ecumenismo cristiano. Cristianos y judíos, a despecho de sus diferencias, tienen mucho en común. ¿Qué significa esto para su convivencia?
6. El catolicismo que se estableció en América Latina y el Caribe trajo una fisonomía ibérica. Sufrió cambios con la llegada de otros contingentes católicos, oriundos, por ejemplo, de Italia o de Francia. Perdió la exclusividad con la venida de los protestantes. Se distingue tradicionalmente entre un protestantismo de inmigración (luteranos, reformados, anglicanos) y un protestantismo de misión (metodistas, bautistas, presbiterianos y otros). En el caso del primero, el protestantismo fue importado casi como efecto colateral de intereses económicos y políticos; sufrió un trasplante a esas tierras para crear nuevas raíces. Inicialmente no desarrolló un dinamismo expansivo y se contentaba con el permiso para el ejercicio de su fe. Mientras tanto, el protestantismo de misión, en ofensiva evangelizadora, trataba de reclutar adeptos entre la población. Está claro que entró en colisión con la dominante Iglesia Católica. En los primera parte del siglo XX América Latina y el Caribe llegaron a ser un atractivo campo misionero de muchos grupos evangélicos, venidos predominantemente desde los Estados Unidos de América. Hoy las diferencias entre estas tipologías se confunden. Las Iglesias de misión se volvieron de alguna forma “sedentarias”, y las de inmigración reconocieron su tarea misionera. De ningún modo está terminada la evangelización del pueblo latinoamericano. Frente a nuevos desafíos, sin embargo, y en la conciencia de la solidaridad de todas las Iglesias, cabe concebir una “misión ecuménica” que evite la rivalidad y sume los recursos.
7. Esto vale, no en último término, para las Iglesias pentecostales que experimentaron un verdadero milagro de multiplicación en América Latina. También el pentecostalismo se presenta multifacético, altamente complejo, dejándo estupefactos a sus observadores e imposibilitando elaborar estadísticas con números exactos. Junto a las Iglesias pentecostales ya tradicionales, se encuentra el “neopentecostalismo”, del tipo de la Iglesia Universal del Reino de Dios. El fenómeno exige una apreciación propia, siendo particularmente constrangedor el problema del ecumenismo con esa ala del cristianismo. ¿Cuáles serían las formas de comunión eclesial entre las Iglesias históricas y las Iglesias pentecostales? Además, se juntaron al mosaico religioso diversas Iglesias orientales, ortodoxas. Ellas aumentan el exuberante colorido del cristianismo latinoamericano, reflejando la extraordinaria variedad de las expresiones cristianas.
8. Y a pesar de ello, América Latina ya no es un “continente cristiano” como todavía se preconizaba pocas décadas atrás. Aún en condición minoritaria musulmanes, budistas, hindúes y adeptos de otros credos no cristianos son parte “natural” del cuadro religioso. El Espiritismo goza de amplia aceptación. Se difunden la Nueva Era o grupos como Seicho-no-iê, la Perfecta Libertad y otros. Los nuevos movimientos religiosos integran el cuadro y desarrollan una dinámica considerable. El mercado religioso diversifica la oferta; deshace lo que se ha llamado “cultura cristiana”. La tradición cristiana se encuentra en un franco proceso de erosión que instala, también en la religión, la ley de la competitividad. ¿El ecumenismo tendrá alguna oportunidad en esas circunstancias? ¿Cómo se correlacionan el ecumenismo y la misión en términos de mercado?
9. El ecumenismo no siempre tendrá el mismo rostro. Está condicionado por la naturaleza de los participantes, por sus afinidades, por su disposición, por sus respectivas auto comprensiones. El ecumenismo suele operar con varias categorías; se distingue entre:
a. Iglesias. Son instituciones constituidas como “asociaciones religiosas”, dando expresión y espacio para la vivencia de la “comunión de los santos” confesada en el Credo Apostólico. Se exige de las “Iglesias” que tengan definida su identidad cristiana, que tengan cierta expresión en la sociedad y que posean una estructura administrativa. La Iglesia se basa en un amplio consenso de los fieles arraigados en el fundamento bíblico. Se habla de “Iglesias históricas”, cuando se trata de instituciones eclesiásticas con alguna tradición centenaria, diferenciándose así de las Iglesias recién establecidas. En todo caso, Iglesia es una institución, sobrepasando los límites de una comunidad local y, naturalmente, de un movimiento fugaz.
b. Sectas. Son grupos cristianos aparte de los movimientos eclesiásticos principales. El término se deriva del latín “secare” que significa “cortar”, “separar”. Las sectas, por tanto, serían entendidas como “cortadas” del tronco y, por ello, marginales. Otra explicación etimológica deduce el término del verbo latino “sequi” con el significado de “seguir”; una secta sería un grupo unido alrededor de un maestro, siguiendo sus enseñanzas. Sería algo como una “escuela”. Por falta de una explicación etimológica consensuada, y el término adquirió una connotación peyorativa. Evoca la idea de la herejía, del fanatismo, del aislamiento. Ninguna comunidad eclesial se autodenominará así; por ello, se recomienda cuidado en el uso del término. Es injusto aplicarlo a grupos simplemente “diversos”. Así mismo, el término tiene sentido. Designa determinada postura o mentalidad que se caracteriza por: exclusivismo, antiecumenismo, purismo, elitismo, unilateralismo, simplismo. El espíritu sectario puede traspasar también las Iglesias y amenazar la libertad resultante del evangelio.
c. Denominaciones. El término surgió en Inglaterra, pero de hecho se tornó importante en los Estados Unidos para caracterizar a los múltiples grupos protestantes que allí se formaron. El término es neutro, puramente formal, sin ninguna carga teológica, y no contiene ningún juicio de valor acerca de los diversos grupos. Los identifica solamente por su designación, es decir, por su “denominación”. Está claro que el diálogo ecuménico se da no solamente con Iglesias de diversos nombres, sino también de diversos credos o confesionalidades. No obstante, la ventaja del término consiste en su connotación inclusivista, “democrática”. Somos todos cristianos, aunque con diversos nombres.
d. Nuevos movimientos religiosos. Son, como dice el término, movimientos que surgen como expresión de la religiosidad contemporánea. Normalmente poseen naturaleza sincretista, o hasta representan una religiosidad rara, “importada”, respectivamente reavivada despertada después de largo tiempo de estar sumergida. La fascinación de eses movimientos resulta justamente de la apariencia de la “novedad” que demuestran, de lo cual es un clásico ejemplo la “Nueva Era”. Como movimientos, poseen poca estructura organizacional. Conquistan simpatizantes entre los miembros de las Iglesias tradicionales y grupos que se hallan confundidos con la modernidad.
10. La evaluación de estos conceptos constatará la relatividad de los mismos. Lo que es Iglesia, secta o movimiento religioso, dependerá del respectivo lugar teológico del observador y de la observadora. Sufre una influencia decisiva por la manera de percibir al otro y por la manera de comprender la diferencia. El mayor obstáculo ecuménico desde siempre ha sido el desconocimiento, normalmente acoplado al prejuicio. Por ello merece ser aplaudida la reciente iniciativa de la reflexión acerca de una “hermenéutica ecuménica”, comprometida en la superación de equívocos, de identificaciones erróneas, en suma comprometida con la profundización de la comprensión mutua de las comunidades cristianas. Aún así, la terminología anteriormente analizada es útil, y ayuda en “el discernir espíritus” (1 Co 12.10). ¿Quiénes son los sujetos ecuménicos, sus agentes y los posibles partícipes? Ya la tipificación de los mismos es una cuestión altamente sensible. ¿Serán hermanos, hermanas, competidores, herejes? ¿Qué deberá prevalecer en la relación con otras Iglesias y otros grupos? ¿La intransigencia, la tolerancia o, entonces, el ecumenismo? Este último pretende más que la mera coexistencia. Quiere la convivencia, para la cual se ha de buscar una mínima base de consenso, así como la disposición para el aprendizaje ecuménico.
11. Se trata de un imperativo que se reviste de urgencia en una sociedad plurireligiosa. Es bien cierto que el mundo religioso no facilita el ecumenismo; es sincretista, competitivo, proselitista. En amplia escala la religión se volvió un producto de mercado. Es necesario vender para sobrevivir. Justamente en tal situación, cabe a las Iglesias demostrar que salvación no proviene del mercado, y sí del evangelio. Y uno de los ingredientes de la salvación es la paz: religión que no se empeña por la paz, perdió la legitimidad.
Diálogo con el grupo

No hay comentarios:

Publicar un comentario